miércoles, 17 de febrero de 2010

Muera mayo y viva febrero.

En el largo viaje que me ha llevado desde mi Montevideo natal hasta este rincón en Gerena, hay un lazo sentimental que une mi ciudad natal con la trimilenaria ciudad de Cádiz. Y ahora en febrero es cuando vuelve a cobrar vida. Fueron emigrantes gaditanos quienes a principios del siglo XX fundanron la comparsa "la Gaditana", luego convertida en Araca la Cana, homenajeada por J. C. Aragón con su Araka la Kana, llevando el ritmo del 3 por 4, el tango y sus cantos de libertad al entrecomillado Nuevo Mundo.

Y es por el mes de febrero, cita fija en mi calendario personal, que sin regresar a mi Montevideo natal, regreso a Cadiz, donde me reencontre con el Carnaval, que en esta ciudad cuna de la libertad.

En los años difíciles cuando, puse el pie en España, el Carnaval era fiesta proscrita. Las coplas se cantaban a escondidas. Tras el desastre del polvorín de 1948, un complaciente gobiernador civil de la época, permitió la celebración del concurso, volvieron con el eufemístico nombre de "fiestas típicias gaditanas" y en los muros de roca hostionera se leía "muera mayo y viva febrero". Después vivo el brujo, la democracia, los dedócratas, el Peña y el Masa, el Gordo, y Libi, J.A. Aragón y multitud de grandes y pequeños compositores que desde lo alto de una carroza, en las escaleras de Correos, en el Palillero o en cualquier rincón de Cádiz le cantan a la libertad.

En cierta conferencia, de un afamado catedrático que versaba sobre la Semana Santa sevilla, tal ilustre personaje llegó a afirmar "Mira si Sevilla es elegante, que de elegante que es no tiene ni carnaval". Que necedad, si el Tío de la Tiza levantara la cabeza.

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