lunes, 12 de diciembre de 2011

Adolfo returns to Chefchaouen

Prefiero tres febreros que medio mes de diciembre. Y este diciembre es aún más triste. Los tiempos están cambiando, son tiempos grises y creo que nos costará recuperar el color.




Por eso, durante el mes de diciembre, me gusta perderme en Xauen, o Chefchaouen, nunca me quedó claro como se escribe. Cambio el gris de España por el azul por el turquesa o por el lila, es la ciudad del color.



No me importaría morirme aquí. Me duelen los pies, creo haber recorrido todos los recovecos de Xauen, pero seguro que aún me debe de quedar un rincón mágico de este pueblo por conocer. Paso las horas, callejón arriba, callejón abajo. Arriba y abajo, ahora derecha y después izquierda, camino asombrado y sin rumbo fijo. Las mujeres se esconden a mi paso, los niños van y vienen con cierta indiferencia ante mi presencia. Camino desde el desayuno hasta que empieza a caer la noche. A veces me siento en un escalón y contemplo como pasa la gente.

Al medio día me paro a comer algo en la plaza, frente a la mezquita central. Después me todo un par de tes verdes, contemplando un extraño retrato pintado a mano del Che, cuantas vuelta da la vida. Cuando no puedo más me atiborro en el primer puesto callejero de pastelitos, o una extraña masa de lo que debe de ser sémola de trigo. Nunca pregunto que es o que llevan, si se lo comen, no debe de ser malo.

Tengo una triste sensación, cada vez me cuesta más llegar a Xauen. 51 km, en dos horas y media. Eso lo que he tardado en recorrer la carretera entre Tetuan y Xauen. Anas me ha recogido en Ceuta y me conduce a toda velocidad en su nuevo Megane por una carretera endiablada. Disimulo mi pánico mirando como avanza el tiempo por las ventanillas. Hablamos de cosas banales, del tiempo, del trabajo, de su novia, de cuando él iva en bicicleta desde Tetuán hasta Xauen.

Desayunando me comentaron que tras las montañas de Xauen se encuentra un bosques de pinsapos. Creo que intentaré llegar a ellos. Fracaso, sin planos, sin comida, sin mochila, sólo con una botella de agua y mis ganas, no he podido ni realizar un tercio del camino esperado. Creo que si llego a volver, la próxima vez lo intentaré.

Cuatro días sin televisión, sin radio, sin prensa, sin noticias. Nadie me habla de la crisis, de la austeridad, de recortes sociales, de salvar el euro. Tiene su lógica: para ellos la crisis y la austeridad es la forma normal de su vida.