jueves, 11 de junio de 2009

Tanger, la puerta de África.


África es un continente demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta, un cosmos heterogéneo de una riqueza extraordinaria. Sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos África. En realidad, excepto por el nombre geográfico, África no existe” (Ryszard Kapuscinski)

Tanger, la puerta de África para Europa. De origen fenicio, a igual que Gades, su vecina del Norte, fue ocupada posteriormente por los cartagineses y después por los romanos. Entre los siglos XV y XVI la ciudad pasa de manos españolas a portuguesas, hasta el matrimonio de Catalina de Braganza con Carlos II de Inglaterra, Tánger pasa a ser ciudad inglesa . Vencidos los ingleses en el año 1684, dejan la ciudad en manos de los musulmanes. Con la conferencia de Algeciras (1906) de produce el reparto colonial entre las potencias europeas de Marruecos. Tánger como puerta de África fue codiciada por todos, lo que llevó al acuerdo entre Reino Unido, España y Francia de convertirla en declararla ciudad internacional, conduciéndola a su mayor apogeo histórico, fue administrada por una decena de países bajo la vigilancia del mendub (representante del sultan). Tánger se convierte en un foco de atracción de todo tipo de artistas e intelectuales: Tennese Williams, Kees van Donge, Paul Bowles, Jean Genet, Paul Morand, Matisse... Durante la Segunda Guerra Mundial Francia y Reino Unido dejan la administración en manos españolas, retomándola en 1947. Tánger es el centro de las reclamaciones de independencia de Mohammed V. La proclamación de la independencia acabó con los años dorados de Tánger.

África, Marruecos, Tánger, está llena de contrastes. Puedes estar paseando por su impresionante Bulevar Pasteur, entre cientos de terrazas atestadas y tiendas de moda, y a pocos kilómetros estás en el paleolítico. Tánger es decadente, tal vez sea el principal atractivo que le encuentro. Me imagino como debería de ser esta ciudad cuando era ciudad libre, contemplando su Teatro Cervantes en estado ruinoso, sus hostales junto al puerto con nombres de ciudades españolas caídos en desgracia frente al puerto, su plaza de toros. En Tánger todo es decadente, y si no lo es, está estancado. Esto es Marruecos, esto es África.


Aún así, Tanger es una ciudad activa, lleva de vitalidad, como casi todas las ciudades de Marruecos, parece que nunca descansa, sus zocos parecen estar abiertos las 24 horas del día, las campesinas bereberes, ataviadas con sus llamativos gorros de paja y faldas de colores, no paran de subir y bajar, de traer y llevar sus mercancías para venderlas en cualquier esquina; los obreros, agrupados por gremios y con sus herramientas, esperan en la plaza 9 de abril que cualquier empresario venga a buscarlos y el continuo canto del almuecín incansablemente llamando a los pocos fieles a la oración, indican que aún Tanger está viva.

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